En su mente quedó fijada la idea de ser el primer Gobernador del departamento de Santa Cruz en representación del MAS. No por nada, es el principal cuestionador de Luis Fernando Camacho desde que éste asumió como máxima autoridad regional. Sin embargo, su pretensión parece haber quedado sepultada por sus desatinos en el paro en la tierra de ambos.
Una cosa es la pelea entre políticos en los medios por cifras, proyectos, obras y miradas sobre el departamento. Pero otra y más delicada es haber hecho el papel de verdugo de la región a la que cree que puede dirigir y de destructor de la reivindicación de su gente de tener más recursos y mayor representación parlamentaria mediante el Censo.
¿Acaso no escuchó decir a los dirigentes cruceños alineados al Gobierno que rechazaban el paro, pero quieren el Censo antes de 2024? Pensó erradamente que ponerse en la primera línea del antiparo en Santa Cruz lo viabilizaría como referente político de las masas populares de cara a futuras elecciones.
Creyó que era el momento de proyectar su perfil y terminó dando un salto al vacío. Pasó de ser un Ministro de Estado, aunque demagogo, a ser un "pandillero", "patotero" y un cabecilla más de agresivos grupos de choque, convencido que eso lo haría imprescindible. Al contrario, ahora es desechable para el masismo y el Gobierno.
Fue útil para intentar mostrar división en la sociedad cruceña y tal vez le pidan que lo haga nuevamente, dependiendo de las futuras acciones que tome la tercera Cumbre Interinstitucional por un Censo "oportuno y transparente", pero el costo para su aspiración política parece irreversible.
En 10 días mostró cuán ladino puede ser alguien hambriento de poder. Trató con guante blanco a los bloqueadores de la ruta que une Santa Cruz con el Beni porque eran campesinos afines al masismo y, claro, seguros aliados electorales en las áreas rurales del departamento cruceño.
Su complacencia contrastó con la mano dura que aplicó personalmente en zonas populosas de la ciudad de Santa Cruz, donde curiosamente vive parte del electorado promasista. Recorrió vías y rotondas rodeado de funcionarios públicos y militantes del MAS que desbloquearon con violencia y se enfrentaron con petardos, palos y piedras con quienes acataban el paro de 48 horas.
En el segundo día de la medida explayó toda su torpeza. En medio de una pertinaz llovizna y bajas temperaturas, apareció bien temprano ante los medios como mariscal de los desbloqueadores protegido por un poncho impermeable de color amarillo y cuando sus seguidores cometieron hechos violentos, intentó escabullirse llevando puesto el llamativo atuendo amarillo.
Como esos delincuentes que tapan sus rostros para que las cámaras de los medios no los pongan en evidencia, ocultó el suyo bajo la capucha del poncho y cuando ya no pudo eludir el requerimiento de los periodistas, se mandó una de campeonato. "¿Dónde se ha visto violencia? No he visto, está todo normal y tranquilo", aseguró.
Y como se cree propietario de los aeropuertos del país, ordenó acordonar todas las áreas por donde iba a recorrer en Viru Viru para no tener contacto con la gente que seguramente lo recriminaría y con los incómodos periodistas que le hubieran preguntado, entre otras, que su papel de verdugo no impidió que Santa Cruz cumpliera el paro de 48 horas y parece que va por más.
Si su plan era consolidarse como aspirante a la principal candidatura regional en Santa Cruz, el haberse rebajado a la condición de matón político lo condenó a ser pieza descartable en el oficialismo. Incluso su rol como Ministro de Estado quedó en entredicho porque sectores o regiones que planteen futuros conflictos en su área sabrán que al frente estará alguien sin jerarquía institucional.
¿No conoce la interminable lista de desechables del masismo? ¿No sabe que, salvo excepciones, muchos dirigentes, legisladores y autoridades del MAS fueron abandonados a su suerte luego de ser utilizados con objetivos políticos concretos? ¿Cree que fracturó estructuralmente la unidad de los cruceños alrededor de sus reivindicaciones?
Intuye que a futuro será visto como uno de los grandes perdedores del paro cruceño y, por eso, partió a La Paz sin dar explicaciones del penoso papel que desempeñó y que no sirvió para romper la medida de protesta en su región. A Édgar Montaño le queda un estrecho margen para reinventarse, pero quedó claro en las jornadas de agosto que es otra pieza desechable en el masismo.
El nuevo desechable
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