"Un villero con mucha guita pero con
conciencia de clase. Un Dios errante,
sucio y pecador. El más humano de los
dioses".
Causó conmoción mundial la reciente muerte de Diego Armando Maradona, las redes estallaron con múltiples expresiones, la mayoría expresando pesar por quien fuera un multifacético personaje. Jugador excepcional del mundo, pero además quien nunca tuvo reparos en opinar lo que pensaba y de qué lado se encontraba en el devenir mundial de la política. Eso no se lo perdonaron nunca los grupos de poder que lucraban con su figura y sin embargo lo aguantaban y fomentaban en su apropiación plebeya de los espacios de mercado, con sus desmanes y todo.
Siempre se condenó sus opiniones políticas con el mismo tono que se lo hacía con sus
irrupciones de violencia contra los periodistas que lo invadían, contra los excesos de alcohol o su deterioro en el camino de las drogas. Nunca fue un Pele, personaje que siendo también de origen muy humilde, en la fama y la riqueza, guardo la compostura que el sistema le pedía, ser modelo de disciplina y sumisión, mientras se enriquecía en silencio y se casaba con celebridades olvidando su pasado, finalmente sus opiniones siempre fueron efímeras o las que los comerciales pedían. Como sabemos hoy, ya terminó siendo portavoz de Bolsonaro, y nadie del poder dijo nada pues ya es uno de ellos.
En definitiva el gran escándalo resulta ser que un plebeyo de las barriadas de Buenos Aires, no solo no agradeciera al sistema por la oportunidad de ser ponderado como el mejor ante el mundo, sino que peor aún que sea demasiado sincero con sus opiniones políticas contrarias al sistema y que en consecuencia sea amigo de las causas de los más débiles y de los líderes mundiales más aborrecidos por el capitalismo. Todavía más el sistema mientras exponía al mundo su deterioro en el camino de las drogas, lo toleraba porque el mundo le seguía aplaudiendo y las ganancias continuaban subiendo, nada mejor para quienes gobiernan el mundo del espectáculo y el capitalismo en consecuencia.
No es extraño en esta larga historia del capitalismo que unos pocos que lucran con la
explotación, generan división, racismo y empobrecimiento en la desesperada carrera por el
poder, el dinero y la fama, nos tenga a todos ilusionados en el mundo del espectáculo –circo para que los pobres del mundo solo aspiren a ser como los ricos para imitarlos y así hacer
sostenible el sistema. Mientras los ricos hacen gala pública de como son, con sus cualidades y sus vicios tolerados socialmente. Está claro que no est contemplada la rebelión ni personal ni colectiva frente al sistema y sus alternativas.
La política es también un espectáculo para el sistema, que le ha quitado su razón primera de la búsqueda del bien común, y la ha convertido en un mercado donde las conciencias se compran y venden para el beneficio del poder. Pero que ocurre cuando los expoliados del mundo, empiezan a creer que pueden hacer una sociedad diferente ellos mismos y empiezan a hacer revoluciones y a votar por uno de ellos que son la mayoría que produce, que vive y que decide en un país? Pues el mundo empieza a cambiar y empezamos a pensar críticamente que lo que el sistema nos vendía como modelo a imitar del triunfo social de algún pobre que se hace importante y famoso convirtiéndose en ícono a imitar para que la mayoría no se aleje de las metas de mercado del triunfo individual, del esfuerzo sin cesar, de la competencia por subir, del otro visto siempre como rival posible; no era el único camino para lograr "ser alguien en la vida".
También el poder se cubría las espaldas y nos mostraba su propia ambivalencia, mostrando y exponiendo los vicios de los pobres que logran subir para mostrar la democracia de las
oportunidades del sistema; o bien marcando claramente la diferencia de los ricos con clase, de aquellos "nuevos ricos" que no dejan de ser plebeyos para ellos.
Pues hablemos de alguien que no triunfó en el mercado, en la vida económica, sino que se
enfrentó al poder representando a la mayoría, y esta misma, finalmente lo hizo Presidente. No el triunfo del mercado, sino en contra de todo pronóstico del mismo, la mayoría voto por uno de ellos mismo. Evo, indígena originario campesino, reconocido por su liderazgo, por su valentía ante el imperio y los neoliberales, fue capaz de sumar a las mayorías en torno a una visión diferente del país, a partir de la inclusión, el reconocimiento de la identidad plurinacional, y la redistribución de los recursos estatales para beneficiar a la mayoría.
Recuperó el sentido de la política como la búsqueda del bien común. La mayoría del pueblo y de los pueblos del mundo se gratificaron que alguien que representa el oprobio vivido por la colonización, sea presidente. Otros libraron su conciencia pensando que la democracia
funcionaba y daba estas oportunidades también a los plebeyos, aunque los poderosos decidían, de que no sería por mucho tiempo pues podría convertirse en un muy mal ejemplo para los pueblos del mundo que siguen dominados por las minorías.
Este gran líder, sin embargo, no era un dios, era un explotado y oprimido históricamente que había decidido hacer algo distinto con la mayoría para cambiar la historia. Tan humano como todos, con los vicios de muchos y con las debilidades de otros. Alguien que puede ser tan impulsivo como Maradona, que en el fragor deportivo, puede enojarse y patear a un rival, sin ninguna consideración ética sobre si esa actitud seria bien o mal vista por la sociedad y los medios; o bien asumir plenamente el machismo como cualidad dirigencial, y que el tener muchas mujeres y muchos hijos sería una señal de virilidad y hombría.
Mientras las oligarquías lucraban, pues nunca dejaron de hacerlo, se permitieron complotar
contra el mal ejemplo evista, no desde el beneficio popular o privado, sino desde lo moral
esgrimiendo el racismo enmascarado para juzgar a quien para ellos ya no debía estar en un
espacio del poder de ellos. Para ellos siempre será mejor contar con uno de sus representantes en el gobierno, además su condescendencia democrática no llega a tanto como de ceder el gobierno a quien gana con las reglas de su propia democracia, pues siempre ellos habían decidido quien habría de ganar.
Una vez más como en el espectáculo, la política sigue los cánones del mercado, aceptando a
regañadientes a los exitosos, pero esperando pasarles la factura a quienes no contribuyen a
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fortalecer el sistema y por el contrario se ponen en contra de él, y realizan acciones colectivas que rompen la "fatalidad del destino", de que los pobres deben morir pobres aspirando a ser ricos. Evo es otro plebeyo que en el poder, no favoreció a los poderosos y su sistema, sino que se enfrentó a él, con sus virtudes pero también con sus defectos y humanos errores.
De esta manera ambos, Evo y Maradona, como muchos otros que vinieron desde muy abajo, son líderes de opinión en un mundo que los aplaude y también los censura por no ser como todos, fieles al sistema. Con sus experiencias de vida podemos repensar la figura del liderazgo, en el espectáculo, en la política y en la vida. Será que quien lo ejerce debe ser puesto en un pedestal de las perfecciones, tan arriba que es inalcanzable? Y en definitiva solo puedes adorar y aplaudir? O bien el liderazgo humanizado, que es el de uno de los de la mayoría, uno más de los muchos que por sus propias cualidades se destaca para ser líder y es reconocido como tal; asumiendo que no son santos idealizados a los que se sigue, sino personas que fueron capaces de ser diferentes y hacer algo diferente con nosotros; pero como nosotros, son personas siempre en construcción a ser mejores seres humanos, aunque lo hecho en su vida fue bastante.
Que sepamos reconocer que esos liderazgos populares viven muchas veces en una sola
dimensión lo público y lo privado, y son como son en todos los espacios, y pueden ser
condenados y censurados por conductas muy humanas elegidas por ellos, pero que no son de la elección de todos. En definitiva Queremos mejores Evos y mejores Maradonas, que los
superen en lo cotidiano y lo estructural para seguir creyendo en que la utopía sigue siendo
posible. Debemos seguir ese camino de romper estructuras para dar cabida a los excluidos de siempre para que inunden de nueva creatividad y alegría popular el mundo nuevo que queremos construir.
Nos quedamos con ese aprendizaje para seguir, que hay mucho por andar
Juan Carlos Pinto Quintanilla es Sociólogo
Evo y Maradona
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