Lo que Nos Toca Hacer


Por : Carlos Mesa Es tiempo de establecer las cosas con claridad. No es bueno suponer que la "equidistancia" en el análisis del escenario político, se justifica arguyendo que la polarización del país se debe a la ceguera de las partes enfrentadas, sobre la presunción de que cada una de ellas cree tener "la verdad" y que el debate lo hacen sobre sus caprichos. El contexto, el MAS Lo primero que hay que preguntarse es porqué el resultado electoral fue el que fue. Para ello la premisa es terminar con la confusión de una parte de quienes no votaron por el MAS, que mezclan sus deseos con análisis político o peor, que tienen la certeza de que "como el resultado no me gusta" no hay otra posibilidad para explicarlo que afirmar que el pasado octubre hubo un gigantesco fraude electoral. Si no se entiende que la mitad del país votó azul, se corre el riesgo de proponer respuestas que no tomen en cuenta esa variable fundamental de la ecuación. El MAS ganó por dos razones fundamentales. 1. La identidad étnica que por primera vez en la historia (teniendo como punto de partida la elección de diciembre de 2005) es una certeza para la mayoría de los indígenas del país y una buena parte de la población mestiza: se sienten no sólo representados sino "parte activa de" la construcción política y social del país. 2. El éxito económico de un periodo (2006-2014) de bonanza sin precedente histórico alguno, del que el MAS fue un beneficiario pasivo pero que le permitió mostrar resultados tangibles en todos los sectores de la sociedad, desde la elite financiera hasta el ciudadano de a pie. La huida de Morales en 2019, coincidió -por si fuera poco- con una caída progresiva de la economía que arrastrábamos más o menos maquillada desde 2015. Caída y crisis que se agudizó a grados dramáticos como consecuencia de la pandemia del COVID. Ambos factores llevaron al votante masista a hacer abstracción de los largos años de autocracia dictatorial de Morales; la persecución sistemática de sus opositores; la manipulación descarada del Poder Judicial y el ministerio público convertidos en instrumentos de represión; la corrupción desbocada; el despilfarro descarado; el fracaso estrepitoso de los megaproyectos de industrialización; el prebendalismo y la cooptación de los "movimientos sociales" que multiplicó la burocracia; la construcción de un espacio libre de fiscalización ligado al narcotráfico en la región del Chapare; la colusión masista con sectores tradicionales de poder; el abuso contra los pueblos indígenas -sobre todo de los llanos-; la destrucción del medio ambiente y la traición a las promesas de la "revolución democrática y cultural" y el "vivir bien"; y, finalmente, la convivencia de un estatismo obsesivo con el capitalismo más salvaje en el día a día económico. Hoy el MAS es una cáscara vacía de todo contenido renovador y de todo lo que pueda vincularse a un proceso de cambio. La inmensa mayoría de sus votantes está completamente al margen de cualquier interés "revolucionario". No han votado por Arce debido a su propuesta de programa o de horizonte histórico, entre otras cosas porque tal propuesta no existió. Está claro también que el discurso romántico del vicepresidente Choquehuanca no alcanza para llenar esa cáscara. Morales y los suyos han vuelto para, una vez ganado el gobierno, retomar todo el poder. Habrá que ver si Arce tiene alguna intención de gobernar de verdad o si se avendrá a ceder espacios al expresidente y sus fuerzas corporativas. ¿Espíritu democrático en el MAS? Poco o nada. La oposición, un recuento Esta caracterización no tiene nada que ver con el maniqueísmo, es -a mi entender- central como base de análisis de la situación actual de la democracia en el país que, como se puede evidenciar por las primeras señales, no difiere de lo ya vivido en el periodo 2006-2019. Determinados sectores radicalizados de la oposición quisieran un bloque que, basado en la estridencia, frene este avasallamiento. La defensa de los valores democráticos esenciales y el respeto a las reglas del juego se mira y se juzga como tibieza o, irónicamente, como una forma de acción autoritaria interna y sorda a las demandas populares. Simplificaciones facilistas. Tras la batalla todos son extraordinarios generales de escritorio. Lo que nos toca hoy es saber cuál es nuestra tarea y como llevarla a la práctica. ¿Se trata de un ejercicio de autoflagelación? ¿Debe ser una expiación? No. Perdimos esta elección porque cometimos errores muy significativos de lectura, de gestión y de acción electoral, sin duda. Por una fragmentación promovida irresponsablemente a partir de noviembre de 2019, sin duda. Por una candidatura que le dio la espalda al único mandato que le daba sentido al proceso de transición. Por una guerra frontal contra la candidatura más importante contra el MAS probada ya en 2019, sin duda… pero dar vueltas sobre la misma noria es no sólo inconducente, es absurdo.

La lección histórica nos dice algo muy importante. El MAS ha gobernado catorce años y quiere continuar gobernando indefinidamente una vez que ha probado que puede ganar con alternancia, rompiendo el culto a la personalidad y la concentración de todos los poderes en un iluminado supuestamente imprescindible… Las cifras reveladoras que nos dan una lección histórica El MAS con Morales a la cabeza obtuvo el 54% de los votos en 2005. 64% en 2009. 61% en 2004. 47% (beneficiario de un gigantesco fraude) en 2019. Con Arce a la cabeza, obtuvo el 55% en 2020.

Frente a ello tenemos las experiencias de las primeras fuerzas de la oposición en ese mismo periodo: 29% Podemos (Quiroga) en 2005. 26% Plan Progreso para Bolivia-Convergencia Nacional (Reyes Villa) en 2009. 24% Unidad Demócrata (Doria Medina) en 2014. 37% (víctima de un gigantesco fraude) Comunidad Ciudadana (Mesa) en 2019. 29% Comunidad Ciudadana (Mesa) en 2020. Las experiencias de las terceras fuerzas de la oposición fueron: 8% Unidad Nacional (Doria Medina) en 2005. 6% Unidad Nacional-Convergencia Patriótica (Doria Medina) en 2009. 9% Partido Demócrata Cristiano (Quiroga) en 2014. 9% Partido Demócrata Cristiano (Chi) en 2019. 14% Creemos (Camacho) en 2020. Si sumamos la 2º y 3º candidaturas, la oposición hubiese tenido: 37% en 2005. 32% en 2009. 33%, en 2014. 46% (víctimas de un gigantesco fraude) en 2019. 43% en 2020. Hechos para tomar en cuenta ¿Qué ocurrió en los tres periodos autocráticos de gobierno de Morales? Que en diversas etapas de cada gestión quinquenal, la oposición que representó alrededor de un tercio del electorado, se fue desmoronando o dividiendo hasta quedar pulverizada al término de cada mandato, lo que dio lugar subsecuentemente a la construcción de nuevas alianzas que empezaban de cero y seguían el mismo camino. Eso ocurrió en buena parte por la fuerza del masismo, en buena parte por el objetivo puramente electoral de las alianzas citadas y en buena parte por la carencia de un programa y propuesta de largo plazo, capaz de responder al cambio de fondo que se había producido a partir de 2006. Lo que nos toca hacer ¿Cuál es la lección aprendida y el desafío a concretar?, lo que vale para las elecciones presidenciales y para las elecciones subnacionales. La fiscalización, control y denuncia de las arbitrariedades y excesos que ya se avizoran en esta gestión de gobierno. La construcción de una alternativa genuinamente democrática que recupere el proyecto histórico del 10 de octubre de 1982, que edifique instituciones, garantice alternabilidad y propugne un sistema plural de partidos con la meta de lograr igualdad, justicia social, bienestar económico, protección y defensa del medio ambiente y autonomía real para nuestros compatriotas. Todo ello basado en el respeto a una Constitución que -por cierto- requiere varias reformas de fondo así como el reconocimiento de logros que hay que preservar. Esa alternativa, cuyo eje es la apuesta real por la democracia, debe contar con un programa de largo plazo, transformador en lo político, social, económico y cultural. Esa alternativa debe, aprendida la lección, aprovechar la fuerza acumulada para no repetir la frustrante ruta de fracasos sucesivos y aglutinarse en torno a la realidad política actual. Se dirá que quien escribe lleva agua a su molino. Es legítimo. Tanto como la lectura objetiva de los hechos. Es desde la experiencia de estos dos años en los que hemos trabajado intensamente en un proyecto nítido de futuro como es Comunidad Ciudadana, que redacto estas líneas. ¿Basado en qué? En los resultados electorales del pasado y en los de las dos últimas elecciones consecutivas; en el contenido de nuestro programa "Soluciones", complementado por la adenda "El día después"; en nuestro compromiso de vida por la democracia; en la existencia de una masa crítica organizada a partir de una alianza plural y abierta al diálogo; y en la construcción, en desarrollo, de un camino político de largo plazo. ¿Qué se puede decir de la unidad? Que no debe construirse sobre la falsa dicotomía masismo-antimasismo, sino sobre valores compartidos y objetivos comunes, uno de los cuales es derrotar al MAS, paso necesario e imprescindible pero no suficiente. Es tiempo de agrupar a todas las fuerzas realmente democráticas de Bolivia, compartir la visión del porvenir y los medios y objetivos que hagan de esta propuesta una combinación atractiva para el elector, quien debe encontrar un proyecto de unidad de la nación que supere la falsa dicotomía étnica y regional que está fragmentando peligrosamente a Bolivia. No puede ser una unidad retórica, debe hacerse sobre la premisa del reconocimiento, preservación y fortalecimiento autonómico de nuestras regiones, de la treintena de pueblos, lenguas, visiones de mundo y culturas que -todas, sin excepción- enriquecen la noción de bolivianidad. Un tejido coherente y no puramente emocional. Una unidad, en suma, que no puede basarse en el voluntarismo ni es imperativa para juntar improvisadamente al antimasismo, cualquiera que sea la orientación y las intenciones de ese conglomerado. Es clave para entender estas premisas que la idea de "extirpar" al MAS, prohibirlo o aniquilarlo, es no comprender su enraizamiento en la sociedad. El desafío es demostrar a sus votantes que nosotros somos mucho más capaces de responder a sus demandas que el MAS, que luchamos contra el racismo y la discriminación, que tenemos un programa para transformar la economía y mejorar el entramado que vincule a nuestra sociedad y que creemos en una Bolivia mejor, diversa y unida.