"Hay que detener todas las actividades económicas. Hay que detener las interacciones sociales que normalmente nos gustan. Toda la gente debería quedarse en cuarentena en sus casas", dijo este jueves Sun Shuopeng, vicepresidente de la Cruz Roja china y actor clave en la coordinación de las brutales —pero altamente efectivas— medidas de aislamientos impuestas en Wuhan, el corazón de la pandemia de coronavirus.
Shuopeng acababa de llegar a Milán, en Lombardía, la región más afectada de Italia. Una breve recorrida le alcanzó para darse cuenta de que muchas cosas se estaban haciendo mal. "El transporte público sigue funcionando, hay muchas personas en las calles y todavía hay cenas o fiestas en los hoteles", cuestionó. "No sé qué están pensando". Italia llegó este sábado a 53.578 casos positivos de coronavirus y 4.825 muertos, superando claramente a China, donde murieron 3.259 de las 81.304 personas infectadas. La tasa de letalidad del virus en la península
asciende a 9%, mucho más que en cualquier otro país.
Hay diferencias en la infraestructura sanitaria y en los recursos humanos y económicos con los que cuenta cada nación, que pueden explicar una parte de esos resultados. Pero es evidente que eso solo no es suficiente para entender el fenómeno. Todo indica que hay también factores sociopolíticos por los que la cuarentena china está teniendo un éxito incomparable con la italiana.
"Los países divergen en los tipos de recursos disponibles, en su salud pública y en la capacidad de los gobiernos para imponer medidas estrictas de control social. Por ejemplo, las normas que adoptó China nunca podrían adoptarse en el Canadá, donde existe una cultura y una actitud distinta en relación con el control gubernamental, los derechos humanos y las libertades.
En Canadá el discurso que circula es que estamos tratando de cuidarnos unos a otros, así como a nuestros semejantes en todo el planeta", dijo a Infobae la socióloga Maya Gislason, profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Simon Fraser.
En China no hay democracia, las libertades individuales son casi una ficción y solo se acepta una interpretación de la realidad: la del Estado. La ausencia de alternativas políticas y de una verdadera justicia de garantías hace que los ciudadanos se expongan a los castigos más severos si no obedecen.
Ese sistema favoreció el florecimiento del virus y su rápida propagación inicial. El reflejo automático es reprimir los problemas, porque siempre hay que darle buenas noticias a la población. Pero también facilitó la respuesta una vez que la crisis había llegado a un nivel tal que todo el aparato estatal se abocó a contenerla.
Italia es la contracara. Tiene una sociedad civil vibrante, con una ciudadanía que disfruta de sus libertades, y uno de los sistemas políticos más plurales del mundo, así que nadie le teme al gobierno. Eso mejora la calidad de vida en tiempos de paz. Pero puede ser problemático en una cuarentena, cuando no respetar a rajatabla las indicaciones de las autoridades implica más contagios y más muertes.
"En el caso de China, nos encontramos ante una dictadura política, lo que facilita el control de los movimientos de la población y la exigencia de disciplina. Sin embargo, sería sesgado pensar que el éxito en China ha sido solo por el factor político, porque entonces no habría explicación para lo que ha sucedido en Japón o en Corea del Sur. El factor cultural, en este caso, es crucial. Hay una tradición en la cual el sacrificio, el honor y el sentido colectivo es mucho más acentuado que en los países europeos, al menos en los mediterráneos. Eso, sin duda, ha ayudado al control de una epidemia como ésta", explicó Jesús Rivera Navarro, profesor del Departamento de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca, consultado por Infobae.
Japón está al lado de China y tiene apenas 1.007 casos y 35 muertes, sin haber aplicado medidas tan drásticas como las de Italia.
Corea del Sur, que iba camino a una espiral como la china, logró contener el brote en torno a los 8.000 casos, sin necesidad de un Estado autoritario. Hay elementos socioculturales que parecen incidir en la manera en la que las naciones transitan episodios tan dramáticos y excepcionales como los que está viviendo la humanidad con esta pandemia.
INTERACCIONES SOCIALES
"Hay que detener las interacciones sociales que normalmente nos gustan", insistía Shuopeng en su declaración a los medios italianos.
El pedido no era caprichoso: es el contacto entre las personas lo que permite la propagación del virus.
Lo que tal vez le cuesta comprender al vicepresidente de la Cruz Roja china es que las formas de sociabilidad varían notablemente entre una cultura y otra. No es casual que Italia y España sean los países europeos con más casos de coronavirus. Son países con sociedades abiertas, donde la vida colectiva es muy intensa.
Las personas se mueven en múltiples círculos sociales, no les cuesta desarrollar nuevos vínculos y pasan buena parte de su semana afuera, compartiendo con otros. Las amistades son uno de los pilares de la vida, tanto como la familia y el trabajo.
En otras culturas, las reglas de sociabilidad son muy diferentes. La distancia social de la que tanto se habla en estos días forma parte de su repertorio habitual porque son más individualistas. Los círculos sociales son más reducidos, las amistades ocupan un lugar menos importante y, para muchos, no hay demasiado por fuera del trabajo.
Históricamente, los países anglosajones se han diferenciado de los latinos en ese sentido. Y el contraste es incluso mayor con algunas naciones asiáticas, como Japón o Corea. Basta comparar las formas de saludarse. Los besos y abrazos que son tan habituales en algunas culturas son excepcionales hasta en el seno familiar en otras. Es una de las muchas razones por las que algunos especialistas creen que hay tan pocas personas infectadas en Japón, donde hasta los apretones de mano son extraños.
"Cuanto más estrechas sean las interacciones entre los individuos, más se propagará el virus. Sin embargo, para el COVID-19 las interacciones no necesitan ser muy intensas. Por lo tanto, me centraría más en la idea de la capacidad de una persona para acceder a diferentes entornos sociales. Una comunidad cerrada puede tener un brote alto y rápido, pero fuera de ella los demás no se infectarán. Los sistemas sociales aislados pueden contener el contagio.
El problema se presenta cuando los individuos participan en diferentes esferas sociales, como ocurre en las grandes ciudades y en sociedades muy abiertas. Pueden entrar en diferentes grupos y cualquiera de ellos se verá afectado. Irónicamente, esta característica es el sello distintivo de la innovación social, pero también de una epidemia", dijo a Infobae Antonio Maturo, profesor de sociología de la salud en la Universidad de Bolonia.
Sociología del coronavirus: cuando la cultura de los países puede ser una ayuda o un obstáculo ante la pandemia
La velocidad de propagación y la tasa de mortalidad del COVID-19 muestra diferencias notables entre las naciones más afectadas. Si bien las distancias económicas y en la infraestructura sanitaria explican buena parte de la variación, las costumbres y la idiosincrasia también parecen tener un papel importante.
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