Solo pasar clases no es suficiente


La interrupción global de la educación causada por la pandemia COVID-19 no tiene paralelo y los efectos sobre el aprendizaje son graves. La crisis paralizó los sistemas educativos de todo el mundo, y el cierre de escuelas afectó a más de 1.600 millones de alumnos. Si bien casi todos los países del mundo ofrecen oportunidades de aprendizaje a distancia para los estudiantes, la calidad y el alcance de tales iniciativas varían enormemente y, en el mejor de los casos, son sustitutos parciales del aprendizaje en persona. Ahora, 21 meses después, las escuelas permanecen cerradas para millones de niños y jóvenes, y millones más corren el riesgo de no regresar nunca a la educación. "La evidencia de los impactos perjudiciales del cierre de escuelas en el aprendizaje de los niños ofrece una realidad desgarradora: las pérdidas de aprendizaje son sustanciales, y los niños y jóvenes más marginados a menudo se ven afectados de manera desproporcionada", señala el informe titulado El estado de la crisis educativa mundial: un camino hacia la recuperación, publicado en 2021 por la Unesco, Unicef y el Banco Mundial. El estudio revela que la repercusión en educación es más grave de lo que se pensaba, principalmente con relación a los efectos en la calidad de los aprendizajes y porque ha exacerbado desigualdades. Indica que en los países de ingresos bajos y medianos la proporción de niños que viven en situación de pobreza de aprendizajes —aproximadamente el 53% antes de la pandemia— podría alcanzar al 70% debido al cierre prolongado de las escuelas y a la carencia de eficacia del aprendizaje a distancia. Así se deduce que los efectos serán mayores en los estudiantes que provienen de hogares con bajos ingresos, con discapacidad y mujeres debido a la falta de condiciones materiales (conectividad, dispositivos, etc.), la discriminación, así como por el aumento del riesgo de trabajo infantil, violencia de género, matrimonio precoz y embarazo.

No es suficiente dar continuidad a las clases, menos si se trata de la modalidad a distancia. Tenemos que retornar a las clases presenciales lo más pronto posible, al menos a las clases semipresenciales, obviamente previa creación de condiciones de bioseguridad, principalmente para estudiantes y maestros. Paralelamente se requiere la aplicación de otras medidas de alta importancia y urgencia para elevar los niveles de calidad de los aprendizajes, entre otras: a) desarrollar programas específicos para recuperar la calidad de los aprendizajes, readecuando la currícula, ampliando los periodos de actividades educativas y ajustando las metodologías de formación; (b) fortalecer el funcionamiento de las comunidades y consejos educativos, reforzando el rol de las familias y comunidades con relación al apoyo de los procesos de aprendizaje de los estudiantes; c) reforzar la formación de docentes, principalmente en la pedagogía para el desarrollo de clases a distancia, presencial y semipresencial, así como sobre el uso de la tecnología en las clases presenciales; d) reasignación de recursos presupuestarios de los gobiernos subnacionales y nacional para la atención del sector educativo.

Como en toda situación de emergencia, este es un momento que requiere el trabajo comunitario de todos los actores del sector educativo, desde las unidades educativas, pasando por los distritos educativos, hasta el nivel departamental y nacional. Es tiempo de pasar de la crisis al relanzamiento de la educación para garantizar el aprendizaje de niños, jóvenes y todos los estudiantes del sistema educativo.

Tengamos presente que el "fin último" de la educación es la calidad de la formación de los estudiantes y el valor social, cultural y económico que genera, y no solo que hayan pasado clases. Además que la educación es una política pública, es decir, ahora más que nunca es responsabilidad y obligación del conjunto de la población. Como dice Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la Unesco: "Con el liderazgo de los gobiernos y el apoyo de la comunidad internacional, se puede hacer mucho para que los sistemas sean más equitativos, eficientes y resilientes, aprovechando las lecciones aprendidas durante la pandemia e incrementando las inversiones. Pero, para ello, debemos hacer que, entre todas las respuestas a la pandemia, la relativa a los niños y jóvenes se convierta en una prioridad real. Su futuro —y nuestro futuro colectivo— depende de ello".