Como dice Roberto Esposito, "el conflicto, en toda su vasta gama de expresiones, no es otra cosa que la realidad política, su factum, su facticidad". Esta definición sintetiza el sentido y movimiento de la política, porque el conflicto es un elemento constitutivo de ella.
El conflicto visto como contradicción, como movimiento, como disputa, pero también como posibilidad de ruptura y construcción de coyunturas, representa la temporalidad e intensidad de la política.
Entender la dimensión del conflicto en la coyuntura posgolpe de Estado y triunfo democrático de lo nacional popular nos lleva a ver el presente con retrovisor del pasado inmediato, proyectarlo como posibilidad cierta en nuestra cotidianidad.
Pero, los actores que imaginan, crean y asisten al conflicto sienten que es su momento decisivo, reducen su papel a la tragedia, como pensamiento trágico, y convierten su drama en comedia.
La electoralización de 2019 se definió el 21F, el conflicto construido fue "democracia vs. dictadura", la forma de idealizar la materialización de la dictadura del "indio" fue a través del fraude; se autobautizaron como demócratas, como movimientos ciudadanos contra las hordas masistas e indígenas e impusieron los cabildos cívicos como los escenarios ideales con la bendición celestial de lucha por la República, la Biblia y la democracia.
La tragedia a la que asistíamos bolivianos y bolivianas era dramática, porque estábamos al borde de perder lo más sagrado: la libertad.
Escribieron el libreto, que sustituyó la realidad por la comedia fantasiosa de Hollywood, los actores de reparto estelar emergieron de los casting de comités cívicos, de medios de comunicación y de los partidos políticos, cada uno tenía su relato, representaban su personaje con el pensamiento trágico de la comedia.
Para resignificar su comedia ingresaron al Palacio Quemado con la Biblia y la Tricolor, se arrodillaron y oraron, se autoproclamaron gobernantes y se distribuyeron los beneficios del poder.
Conquistaron la democracia y la libertad, regaron las raíces de su triunfo con sangre plebeya aymara y quechua, la sinfonía que acallaba el grito rebelde de lo nacional popular emergía de las balas que disparaban militares y policías, estaban educando en principios democráticos y católicos a las hordas populares que se atrevían a desafiar a los demócratas que asaltaron el poder y estaban gobernando con la bendición de la Conferencia Episcopal Boliviana.
La pésima gestión del gobierno de facto y las intrascendentes candidaturas electorales anunciaron la tragedia de su comedia, convocaron a romerías celestiales pero rumbo a los cuarteles militares para suplicar de rodillas que los uniformados impidan que asuma el gobierno la candidatura indígena, popular y de izquierda que ganó democráticamente las elecciones.
Calvo, junto la dinastía cívica cruceña y la guardia pretoriana de la Unión Juvenil Cruceñista y la Resistencia Juvenil Cochala convocaron a cercar la Fiscalía General en Sucre para expulsar a Lanchipa, su acto se diluyó en las bebidas alcohólicas que consumían, quemando llantas, pintando las paredes, solo quedaron como huella las basuras que dejaron en la ciudad blanca.
La comedia como acto de gloria se manifestó el 24 de septiembre (2021), el flamante gobernador portador del Rosario católico impidió que en el acto cívico haga uso de la palabra el Presidente constitucional indígena Choquehuanca, no permitieron que se izara un símbolo de la Patria, la wiphala. Calvo, el presidente del gobierno moral de los cruceños, desinfectaba el espacio cada vez que una autoridad indígena campesina pasaba frente a sus ilustres autoridades.
La tragedia los golpeó en su ego señorial racial con la detención de Murillo en las playas de Miami y en el descubrimiento del castillo municipal cruceño que estaba habitado por fantasmas.
La comedia trágica se volvió un conflicto interno que amenaza con devorar a toda la cúpula señorial, que se acostumbró desde su confort a ver el país como el interior, es decir, se consideraban el exterior, es la colonialidad en su expresión más pura: sentirse superiores, conocen la "receta" para destituir gobiernos constitucionales a nombre de la democracia, amenazan y bloquean el país cuando ellos deciden, sin comprender que al interior de su sociedad también existe lo nacional popular que no es parte de la comedia señorial, pero los plebeyos sienten los efectos trágicos de la violencia racial en su cotidianidad desplegada por la guardia pretoriana.
El conflicto es inherente a nuestra realidad política, la intensidad del mismo no está definida por los titulares de prensa, sino por la narrativa y el horizonte de quienes lideran el conflicto, ese es el tiempo de comprender el sentido de conflicto como movimiento o como caricatura conflictiva.
César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.
Conflicto, tragedia y comedia
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