Toda movilización política es, de manera primigenia, una puesta en escena. Y ésta es un hecho principalmente comunicacional. Con esto, se hace referencia al fuerte componente simbólico que contienen las movilizaciones políticas y que determinan de gran manera cuáles son los mensajes que se busca posicionar. Muchas veces estos pueden ser simples y directos, como es el caso de una puntual demanda social. Otras veces suelen revertir mayor complejidad debido a que no buscan la concreción de un hecho específico, sino, por el contrario, existen para intervenir y modular los imaginarios sociales y políticos colectivos que existen en una determinada sociedad y son ciertamente dinámicos; en consecuencia, potencialmente cambiantes. Debido a que estamos un tanto acostumbrados a que estos últimos tengan lugar exclusivamente en periodos electorales, puede resultar difícil comprender por qué razón una autoridad electa se ve obligada a movilizarse. No obstante, si se mira de cerca la dinámica de las recientes movilizaciones (oficialistas y opositoras), se está en condiciones de aseverar que esta característica se vuelve cada vez menos excepcional y ello, como en momentos anteriores, está íntimamente ligado a los tipos de disputas políticas que se plantean hoy en nuestro espacio público.
De manera general, cuando se delinean estrategias comunicacionales, una de las primeras preguntas que se debe resolver tiene que ver con a quiénes se busca llegar, esto es: los públicos, ya sean internos y externos. La mayoría de las veces una estrategia comunicacional privilegia a los externos debido a que quienes deben ser convencidos de una determinada idea se encuentran por fuera de la estructura que envía el mensaje. En este nivel, se puede decir que la Marcha por la Patria ha buscado posicionarse como un referente de democracia, esto debido a que actualmente uno de los clivajes discursivos predominantes en la escena nacional es el de dictadura/democracia. Así, resulta lógico pensar en la necesidad de las partes en disputa de apropiarse de esta categoría, sobre todo en un país que recientemente ha atravesado momentos políticos asociados al riesgo de quiebre de la misma.
Como se decía, si bien es cierto que el énfasis suele estar puesto en los públicos externos, es perfectamente posible que existan puestas en escena cuyo objetivo mayor sea llevar el mensaje a internos y este puede ser el caso de esta movilización. ¿Cuál mensaje? El de su composición diversa (urbano/rural, por ello la ruta), que apunta a la idea de posesión de la representación del bloque popular, buscando asemejarlo al liderazgo de éste. No obstante, a diferencia de lo que se puede pensar, lo que se trató de comunicar superó el énfasis de imágenes personales a las que más bien buscó asimilar a la colectividad (de ahí el mecanismo de movilización elegido, que evoca horizontalidad). Y este mensaje, a diferencia de lo que se puede suponer, no tiene como único objetivo la cohesión, sino también la delimitación del bloque, por lo que se busca dar a entender que lo que se encuentre por fuera es distinto. Este mensaje iría más puntualmente a algunos grupos que se identifican con este segmento, pero que últimamente, en apego a sus intereses, participaron en movilizaciones que han problematizado fuertemente la gestión de gobierno.
Así, mientras de forma dominante se batallaba por posicionar evaluaciones en torno a su forma: si la constituyeron funcionarios/as, perjudicó las carreteras o la ciudad, se la recibe con banderas blancas o indiferencia, o, finalmente, si en cada píxel de foto caben 50 o mil paisanos, pocas claves sobre las dinámicas que se desplegaron dentro de la movilización se pusieron sobre la mesa. Las (no) noticias pasan, los mensajes, ¿quedan?
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.
Públicos internos
❮
❯