El poderoso Brasil en una encrucijada histórica


Brasil, el país más poblado y con mayor territorio de América Latina y el Caribe, ha sido conducido por el gobierno de Jair Bolsonaro hacia el abismo geopolítico y hacia la pérdida de sus posibilidades de convertirse en una potencia mundial al dar la espalda a los procesos de integración de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que, en el periodo 2003-2016, le abrieron las puertas para convertirse en un jugador estratégico internacional.

Durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), con Lula da Silva y Dilma Rousseff, Brasil no solamente tuvo un proceso de crecimiento y desarrollo económico y social como nunca antes, sino que se posicionó, enarbolando los postulados de la integración regional, como un importante interlocutor de la política internacional conformando el Acuerdo Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (Brics), marcando las políticas y los rumbos de la humanidad.

Por el contrario, con el díscolo Bolsonaro, con posiciones ultraconservadoras, neoliberales y de fanatismo religioso, en la actualidad se ha convertido en uno de los países que marcha a la deriva, como lo muestra su performance económica con caídas continuas de su economía, sus políticas erráticas para enfrentar la pandemia del Covid-19, sus posiciones racistas contra los pueblos indígenas y negros y favorables a los grandes terratenientes y su emulación a Donald Trump, acompañada de su sometimiento a las políticas intervencionistas de Estados Unidos en la Región.

Coincidió con Mauricio Macri de Argentina, Sebastián Piñera en Chile y Lenín Moreno de Ecuador en destruir Unasur bajo la influencia de Washington, que aprovechó para fortalecer a la Organización de Estados Americanos (OEA) y crear el Grupo de Lima para debilitar a los países con políticas nacionalistas, bolivarianas y antiimperialistas e inclusive respaldar y coordinar los golpes de Estado y las intervenciones diplomáticas, económicas y militares. El caso más nítido fue la participación del Embajador de Brasil en Bolivia, Octavio Henrique Dias, en el golpe de Estado de noviembre de 2019 y el reconocimiento inmediato al gobierno de facto.

El fracasado intento de anular políticamente a Lula da Silva con un juicio apócrifo y luego de haberlo detenido durante 19 meses (2018-2019), y la ejecución del golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff en 2016, el dirigente del PT y antiguo dirigente metalúrgico ha vuelto a las lides políticas y tiene un amplio respaldo popular que lo presenta como favorito para ganar las elecciones presidenciales del próximo año y dar pasos para que Brasil salga fortalecido de la encrucijada.

Este hecho permitirá retomar el proyecto integracionista bolivariano del que Lula fue parte desde 2004 junto a Hugo Chávez de Venezuela, Fidel Castro de Cuba, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Daniel Ortega de Nicaragua, José Mujica de Uruguay y Néstor Kirchner de Argentina, entre otros, y posicionar nuevamente a Brasil como líder regional con proyecciones históricas sobre la base de la unidad de la Patria Grande de los pueblos y gobiernos de América Latina y el Caribe.

Más aún en las actuales condiciones en las que la Celac, presidida por el gobierno de México, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, en su VI Cumbre Presidencial del pasado 18 de septiembre, ha determinado profundizar la integración regional, denunciar el bloqueo y la intervención de Estados Unidos en Venezuela y Cuba, reivindicar la soberanía de Argentina en las Islas Malvinas, demandar la independencia de Puerto Rico de su condición de colonia estadounidense y luchar conjuntamente contra la pandemia.

Se abren posibilidades importantes para que, con los nuevos liderazgos de Luis Arce de Bolivia, Pedro Castillo del Perú, Alberto Fernández de Argentina, Nicolás Maduro de Venezuela, Miguel Díaz-Canel de Cuba, los de los países del Caribe y los procesos populares que avanzan en Chile y Colombia, la posición de la Región tenga mayor fuerza para dialogar y negociar en mejores condiciones con China, Rusia, Estados Unidos o la Unión Europea, impulsando la integración de la Patria Grande.