Pasó hace poco, apenas algo más de un año. La medio y la sondeocracia nos mostraban el camino del resultado electoral, de él se decía que era incierto y que todo apuntaba a una segunda vuelta. No se vislumbraba la posibilidad de que en el país visible algún partido o alianza generara diferencia suficiente respecto al segundo, como para definir la elección en primera vuelta. Clarito se mostraba, no había posibilidad. Pero un partido sí lo hizo posible, uno por el que había votado un segmento de la sociedad que poco salía en las noticias y menos en las encuestas. Un sector que estaba subrepresentado en su imagen, voz y opinión. Luego vinieron los análisis y mea culpas. Casi 15 años después había ocurrido un fenómeno similar al de 2005 en el que la realidad mediática y discursiva (una buena parte de la comunicación) distaba mucho de la realidad en las calles. La mirada a lo que desde la comunicación mediatizada se proponía nos había distraído en exceso de lo que ocurría en la política desde las calles. De alguna manera, los análisis privilegiaban lo comunicacional antes que lo político. Y eso —lo demostraron los hechos— fue un error de percepción.
La pregunta entonces es: ¿por qué —tan pronto— se cae en el mismo error? Me refiero a la predominancia del lugar común en el que se lee el complicado momento que afronta el Gobierno nacional exclusivamente a través de sus errores comunicacionales. En todo caso, no se trata de una situación propia solo de esta época ni ocurre solamente acá. De alguna manera la proliferación y magnificación de la industria del marketing político en los últimos años ha sido uno más de los ingredientes que han fortalecido la idea de que la comunicación puede reemplazar a la política. La comunicación se ha vuelto la nueva vieja confiable. Carta aplicable para explicar toda situación o momento: falló la comunicación, como respuesta a todo fracaso político.
La comunicación política es un área de conocimiento que estudia la relación entre sistema mediático, político y ciudadanía; y sus efectos en la democracia. Ante ello parece importante recordar ahora que varios de sus estudios en el siglo XX postulaban la posibilidad de un "reemplazo" entre un campo/actor, el comunicacional por otro, el político. La situación convocaba a la preocupación de los estudiosos tanto por el reemplazo de los actores políticos por comunicacionales (situación que, en esta época, ya dejó de ser solamente una sospecha) como por el consecuente debilitamiento que esto ocasionaría sobre la acción política tan necesaria para el desempeño democrático y la resolución de conflictos de tipo público dentro de las sociedades occidentales.
Las acciones desplegadas desde la gestión comunicacional gubernamental y desde los medios de comunicación importan en política, sin duda. Pueden ser muy relevantes en determinados escenarios políticos. Y, sí, en esta gestión gubernamental requiere importantes ajustes. No obstante, aún en tiempos ruidosos y rebosantes de hiper (des)información, es importante recordar que endilgarle la totalidad política a la comunicación empobrece el análisis. Esto muy a pesar de las crecientes corrientes de marketing político que promueven este tipo de lecturas. Y es que en la comunicación política en realidad importa más el efecto en el horizonte democrático, el mismo que está compuesto por varias dimensiones y solamente una de ellas es comunicacional, que viene después y no en vez de la política.
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora.Twitter: @verokamchatka
Comunicación no reemplaza política
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