Se ha vuelto un lugar común, en especial en el mundo de las oposiciones antimasistas, decir que el presidente Arce no sería más que un títere de Evo Morales. Una tesis demasiado simplificadora de la realidad, que amplifica más la sombra de Evo sobre toda la política y sus actores sin duda, pero no creo que dé cuenta de lo que ocurre efectivamente en la realidad política.
Por tanto, aquí se ensaya otra hipótesis al respecto, la propuesta tiene que ver con la idea de que Arce es en realidad lo que podría denominarse como una suerte de "príncipe heredero", en ese marco el Presidente se presenta primero como alguien que tiene menos dificultades para gobernar porque es la representación de una historia más larga de gobierno anterior, y como no es un nuevo reinado entonces lo que se espera de él es que reviva ese pasado al que la gente en términos de su administración de la gestión económica y social ya estaba acostumbrada.
En esa línea, lo que hacen los príncipes herederos es tener como carácter principal el no ser proclives en alterar lo que ya estuvo organizado por el antecesor de su misma línea política; de esa forma, administra los conflictos que se le presentan de manera directa, y siempre que esos conflictos no representen remover el statu quo, todo quedará de acuerdo a lo que se espera. Por lo que no es que sea un tipo de político que recibe órdenes desde fuera o por una fuerza más grande a este mismo, sino que su personalidad misma es la de un gestor, más que de la de un reformador. Por eso en la justicia antes que reforma, lo que se ve son ajustes; mientras que en lo económico es la estabilización, antes que la reactivación.
Dado que el príncipe heredero tiene una suerte de halo natural de ser agraciado con el poder, tiene más oportunidades de ser amado más que temido, por eso no se le recomienda que ejerza agravios morales porque esa carta de crueldad se suele sugerir a un gobernante nuevito del que no se tiene información. Pero también, en algunas ocasiones cuando hay un poder más grande sobre este político que pertenece a su misma línea, éste puede entrar en un conflicto de personalidad porque su ego suele verse afectado, dado que no se siente a la altura de las circunstancias ni que esté imponiendo su propio sello.
En caso de hacer cambios, lo más usual es que se los evidencie al final del mandato porque eso lo tendrá que llevar adelante otro político que será el que inaugure un nuevo ciclo de reinado, es decir, se trata de saber administrar la herencia que se recibe, y como las herencias usualmente no son bienes que deban despreciarse o cosas que tienen una carga negativa, se es más talentoso en la medida de que no se sea un derrochador de esa herencia o también un abusador de la ventaja comparativa en la que lo ubica el recibir esa herencia mencionada.
Más aún, en un contexto político de democracia, o mejor dicho a lo Ferguson, de emocracia porque las decisiones políticas que no son las que la gente quiere ver del príncipe heredero de manera especial, deben tomar en cuenta seriamente el hecho de que hoy vivimos en un momento en el que los sentimientos de los soberanos no se pueden ignorar, sobreexcitar los sentimientos puede ser algo muy peligroso y contraproducente para un liderazgo que no se espera que acometa movimientos arriesgados, sino que se limite a hacernos revivir el cómodo pasado en el que nos encontrábamos.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de "La Ventana"
El príncipe heredero
❮
❯