En el marco de la conferencia inaugural de la III Conferencia Regional de Educación Superior realizada en Argentina, en 2018, con la participación de representantes de los países de América Latina y el Caribe, Boaventura de Sousa Santos, reconocido por su pensamiento crítico en el área de ciencias sociales, manifestaba que "La universidad tiene que saber refundarse en otras formas a través de la innovación y el experimentalismo." En los tiempos actuales de la pandemia que trastocó el diario vivir de la humanidad en todas sus expresiones, la consigna queda latente. Las universidades, al igual que todos los centros de educación superior, luego de "leer el mundo", como dice Paulo Freire, tienen que saber refundarse.
En principio, las universidades tienen que repensar su rol que se ha concentrado en formar nuevos profesionales en la mayor cantidad posible, como principal indicador de sus logros. No es que se abandone este rol sino que se hagan evidentes sus capacidades de generación de ciencia y tecnología, de pensamiento y metodologías. Los procesos formativos acompañados de investigación, otra función fundamental de las universidades, deben producir respuestas a la problemática que se presenta en el contexto.
Otro aspecto a analizar en la perspectiva de refundar las universidades está relacionado con la generación y aplicación de conocimientos. En el siglo XXI no es suficiente acumular conocimientos, aun cuando éstos sean cada vez más de mayor complejidad. El conocimiento no es un fin en sí mismo, no se trata de saber por saber, sino fundamentalmente de volver a la práctica desde donde se construyó el conocimiento para transformarlo. Retomando además lo señalado en el anterior párrafo, ¿de qué sirve saber que cierto "modelo de economía" no contribuye a mejorar la calidad de vida del conjunto de la población, principalmente de la población con altos niveles de exclusión, si no contribuye a construir en corrientes alternativas de transformación? En esta línea cabe preguntarse, ¿de qué sirve tener centros de educación superior si éstos no generan, en la teoría y práctica, formas de desarrollo alternativas? Las universidades tienen la oportunidad de proponer pensamientos y acciones que transformen las formas de producción —material e inteligencia— de consumo y lo que es prioritario, de vida.
Para la refundación de las universidades es prioritario el sentido crítico de cómo se analizan y generan conocimientos. Repetir teorías, modelos de análisis o corrientes de pensamiento e inclusive hacer gala de manejar cierta nomenclatura o terminología solo para darse aires de "moderno y sabido", es ajeno a la naturaleza de los centros de educación superior. El conocimiento debe confrontarse con la práctica social, entendida como las acciones y pensamientos que realizamos como individuos, grupos sociales, clases sociales, naciones, etc., para crear, modificar y transformar constantemente la realidad a partir de un posicionamiento ante la realidad. Los conocimientos y la práctica social para ser liberadores necesariamente deben buscar la transformación de toda forma de opresión. En estos tiempos, por ejemplo, no es suficiente conocer la concepción de cambio climático, sino generar concepciones alternativas que priorizan la existencia de todos los seres vivientes de manera estructural y desde nuestras cosmovisiones, como el Vivir Bien.
Supone además dejar de pensar que el único conocimiento válido es el llamado "científico" o "universal". Las universidades tienen que dialogar con los conocimientos de los movimientos populares y/o sociales, los pueblos indígenas y originarios, afrodescendientes, poblaciones urbana, marginales, etc., para revertir toda forma de colonialismo que clasifica y jerarquiza los conocimientos, antes que los hace complementarios. Este cambio trae consigo una ruptura de las epistemologías y de los procesos de investigación tradicionales; como dice Boaventura de Sousa, "tenemos que pasar de 'conocer sobre' a 'conocer con',… tenemos que luchar contra las metodologías extractivistas" del que considera y quiere mostrar que sabe más.
También se requiere repensar la función social de las universidades en relación a la sociedad y las comunidades, de reponer alianzas entre el movimiento universitario, principalmente estudiantil, con el movimiento social, entre ellos, de trabajadores, pueblos indígenas y originarios.
El reto está planteado, toca discutir alternativas.
Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.
Las Universidades del Siglo XXI
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