Recuerdo cuando decidiste tomar distancia de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003, aludiendo que no tenías valor de matar. Hoy, tus manos están repletas de la sangre de las masacres de Senkata y Sacaba.
Recuerdo cuando vociferabas que se había producido un "fraude monumental" en las elecciones de 2019, indicando que "cualquier resultado que dé por ganador a Evo Morales en primera vuelta es producto de un fraude". Aún no había terminado el conteo de votos y tu argumentación era que la caída del TREP era para forzar que Morales asuma su cuarto mandato constitucional.
A partir de ahí, se suscitaron 21 días donde, sobre la base de un discurso lleno de odio, racismo, mentiras y manipulaciones, se consumó un golpe de Estado, del cual fuiste uno de los actores principales y de eso hay un sinfín de pruebas documentadas y en la memoria de las y los bolivianos que vimos cómo tu connivencia con la élite más fascista de Bolivia reeditó el horror de la visión colonial del Estado.
No pudiste asumir tu derrota en las elecciones y sembraste dudas acerca de la transparencia del escrutinio, alentando y apoyando el golpe que depuso a Evo Morales, destruyendo 14 años del mejor gobierno que haya tenido Bolivia.
Todas estas actitudes no son novedad; tu cobardía es conocida. Perteneces a ese grupo de personas que bajo tu fachada de "intelectual" finamente vestido, te has dedicado a sembrar calumnias e hipocresías; a través de un falso discurso de decencia y honor, desprecias profundamente la tierra que te vio nacer; eres un sicario de la política, sin patria ni ley, con el hedonismo de un egoísmo sin límites.
Con gente como tú, Mesa, parafraseando al gran Serrat, tengo algo personal.
Tu paso por el gobierno fue igualmente, triste y cobarde; cuando las cosas se ponían duras, no tuviste mejor idea que renunciar y poner cara de yo no fui, dejando a Bolivia sumida en el caos que provocaste, desoyendo el clamor popular de nacionalización de los hidrocarburos. Rompiste la fe y las promesas que hiciste, con la misma facilidad que te cambias la camisa y las miserias.
Y hoy, en esta coyuntura, ninguna actitud digna y valiente, patriótica y sincera podría venir de ti. Al contrario, valiéndote de artimañas legales, te acoges al silencio. Me recuerdas la actitud maldita de García Meza cuando en su juicio de responsabilidades dijo que "no recordaba nada".
Tus declaraciones posteriores son inconcebibles, Mesa. Eres un rey de la actuación; tus argumentos de un histrionismo estudiado frente a las cámaras, con tu vocabulario y prestancia artificial, son solamente la careta que contiene un alma que ha perdido toda veracidad. Eres, definitivamente, un Nadie más. Solo eso, un Don Nadie.
Mientes aseverando que las cuatro principales autoridades del Estado ya tenían un acuerdo político para renunciar. Eso es absolutamente falso: Evo Morales y Álvaro García Linera renuncian para parar los enfrentamientos y es Adriana Salvatierra junto con Teresa Morales quienes, en un acto de heroísmo que la historia recordará por siempre, otorgándoles un sitial de honor en la defensa de nuestra Patria, se enfrentan a unos machos emborrachados de poder, para exigir que el comienzo de toda negociación sea asegurarse que el avión que trasladaba a Evo, Álvaro y Gabriela Montaño salga del país con ellos a salvo. Por lo tanto, esta es también una impresentable mentira. Tan impresentable como aquella esgrimida por tus socios vestidos de sotana, que, en nombre de Dios, mienten asegurando que tanto Adriana como Susana Rivero rechazaron la Presidencia del Estado.
Aseguras que todo es un "martirio fiscal y judicial" para los ciudadanos y ciudadanas que, según tú, han defendido la democracia, la paz, la Constitución y la libertad. Yo quisiera saber a qué le llamas paz y libertad; qué significado tienen esas palabras para ti. Porque para mí, desde noviembre de 2019 hasta octubre de 2020, en Bolivia hubo todo menos paz y libertad, hubo masacres, persecuciones, detenciones ilegales, desapariciones, dolor y muerte.
Eres el triste actor de una historia de terror y dolor que nadie olvida y que en tu mente extraviada quieres hacer creer que jamás existió. Eres el lacayo que defiende al amo que le da de comer migajas y luego le aplasta el cuello. Eres un ser sin dignidad, sin memoria, sin decencia y sin principios ni valores. Un hombre que ha convertido a la política en una colección de falsedades y que desde allí inventa una serie de justificaciones para tergiversar una realidad que, de tan dura y tan dolorosa, pero a la vez tan digna y tan grande, te caerá encima y te abofeteará en pleno rostro. Lo juro, y no por Dios. Lo juro por la sangre de mis hermanos y las lágrimas de mis hermanas. Lo juro. Así será tu final.
María Bolivia Rothe es médica salubrista, exiliada en la dictadura de Jeanine Áñez.
Carta abierta a Carlos Diego Mesa Gisbert
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