Bolivia es un país de contrastes. En la metrópolis económica Santa Cruz queda patente la división existente en el país antes de las elecciones del 18 de octubre.
En la capital económica de Bolivia, en las Tierras Bajas, las cosas se hacen a lo grande. El casco antiguo, con sus pasajes techados, está flanqueado por elevados palacios de cristal, en los que bancos, asesores de empresas y abogados ofrecen sus servicios. Afuera hace 40 grados a la sombra, y en un centro comercial con helada climatización se exponen productos de marcas de lujo. La exportación de gas y alimentos, sobre todo soya, han traído riqueza a la región. Mientras en La Paz, en las Tierras Altas, la antigua élite se hunde en la burocracia y las intrigas políticas, aquí se hacen negocios. Así es al menos como se ven los cruceños. Se puede, de alguna manera, comparar con lo que sucede en Alemania, entre Baviera y Berlín. Pero la división entre el centro político y el económico ha llevado a Bolivia una y otra vez al borde del abismo. Santa Cruz concentra un tercio de la población y genera un tercio del Producto Interno Bruto, pero, para su éxito, necesita el consumo de las Tierras Altas y la fuerza de trabajo barata procedente de allí.
"Yo no era nada"
Es el caso de Delia Ortega. Llegó con 15 años procedente de Potosí, donde trabajaba en las minas. En Santa Cruz encontró empleos con tareas algo menos exigentes, como cocinera y limpiadora, aunque esos tampoco fueron caminos de rosas, tal y como recuerda Ortega, que tiene ahora 62 años. Tenía que arrodillarse para fregar el suelo de madera, y cuando su autobús se retrasaba unos minutos y no lograba llegar a la casa puntualmente, se le descontaba dinero de su salario. Comía en la cocina los restos que sobraban del día anterior. "Yo no era nada. Entonces llegó Evo Morales y los empleados de las casas empezamos a tener derechos y una seguridad social", relata a DW en su sombreado patio del Plan 3000, un barrio trabajador de Santa Cruz en el que viven muchos emigrados como ella. El lugar es un baluarte del Movimiento al Socialismo (MAS) del expresidente, Evo Morales.
Muchas personas recibieron ayudas sociales, como el Bono Juancito Pinto, una especie de ayuda por hijos, además de créditos o casas, como le sucedió a Ortega. Por ese motivo, Morales es para ella una figura sobresaliente y votará, naturalmente, por Luis Arce, el candidato del MAS. El único hijo de Delia Ortega es candidato en la lista del MAS para el Parlamento regional. "Esto no va de democracia o dictadura, aquí se trata de pobres contra ricos", dice rotunda.
El final de los caudillos
Pero la cosa no es tan sencilla desde hace tiempo. Incluso en Plan 3000 cuelgan ya los carteles naranjas del Movimiento Naranja opositor de Carlos Mesa. Su candidato es un conductor de autobús y antiguo activista del MAS, quien, frustrado por la corrupción y el autoritarismo, cambió de bando. "14 años del MAS y el Plan 3000 todavía no tiene ningún hospital, ninguna universidad y hay calles sin asfaltar", dice a DW Erwin Villalba. "Mesa es el único garante para la verdadera democratización de Bolivia", agrega. Villalba graba diligente con su teléfono la concentración final de Mesa para después compartir los videos en las redes sociales.
El discurso versa sobre protección ambiental, cuidados de salud, reforma judicial y vencer al MAS en las elecciones. Se ven muchos celulares, mucha clase media y muchos jóvenes ante la tribuna de Mesa en el parque. "Mesa es la única esperanza de un futuro mejor, una modernización, el final de los caudillos", dice a DW Isabel Gallardo, una secretaria de 26 años.
Contra burócratas y socialistas
A doce kilómetros, en el barrio El Bajio, viven Carlos Arteaga y Maribel Morales con sus dos hijos. Su casa es parecida a la de Ortega, en una calle similar, no asfaltada. También ellos son migrantes, antiguos jornaleros de la región de Santa Cruz. También ellos trabajan para la clase alta. Carlos es conductor y mensajero en una empresa y Maribel tiene un pequeño comercio y se ocupa de sus hijos. Hace 14 años, ellos también votaron por el MAS, pero su entusiasmo se desvaneció rápido. "Me molestaban esas absurdas y pomposas construcciones, como el Museo Evo o el aeródromo internacional de
Carlos y Maribel con sus dos hijos. Votaron al MAS, pero en las próximas elecciones darán su voto al candidato populista de derecha Fernando Camacho.
Chapare" (bastión de cultivadores de coco y región de origen del expresidente). "Sus mismos seguidores se hicieron con empleos y encargos estatales, mientras el resto se fue con las manos vacías", critica Arteaga. "Y eso de que se trata de pobres contra ricos es una tontería. Evo permitió a los campesinos de nuevo la tala y quema en el último año antes de las elecciones y nosotros aquí somos los que pagamos la factura", dice, y señala indignado el cielo lleno de humo. Por ese motivo, Arteaga votará en esta ocasión por Fernando Camacho, el joven populista de derechas de Santa Cruz. "No porque crea que es el mejor, sino para que él y sus parlamentarios defiendan los intereses de los cruceños contra los burócratas de Mesa y los socialistas de Evo".(ms/cp)
Son las elecciones en Bolivia una batalla de pobres contra ricos?
❮
❯