Está visto a día de hoy que el señor Mesa es vehemente y emotivo solamente cuando se tocan sus intereses y no los de la nación; recuérdese por ejemplo sus discursos por el caso Quiborax y cuando dejaron una citación judicial en su domicilio mientras estaba de viaje.
No voy a comparar rendimientos electorales entre una elección presidencial y otra subnacional, no es el objetivo aquí porque metodológicamente no es correcto y luego en términos del análisis no es apropiado, salvo que se quiera simplemente opinar que es legítimo, pero no analizar.
El efecto político entre esas dos elecciones es el que me llama la atención. Por un lado, en el bloque antimasista, la derrota electoral que sufrieron en la elección general se tradujo también en una derrota moral del electorado. En ese contexto quien se suponía debía re-encauzar las aguas opositoras y tomar la iniciativa política proactiva, no reactiva, era CC y Carlos Mesa, pero está visto a día de hoy que el señor Mesa es vehemente y emotivo solamente cuando se tocan sus intereses y no los de la nación; recuérdese por ejemplo sus discursos por el caso Quiborax y cuando dejaron una citación judicial en su domicilio mientras estaba de viaje.
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Este vacío del centro político (de centro derecha) provocó que el electorado antimasista encontrara refugio en la derecha, de ahí tenemos como resultado esquemáticamente hablando a los siguientes líderes locales y regionales más relevantes: Poppe de Sucre en la extrema derecha, Camacho con un pie en una derecha regionalista y un populismo de derecha, y Manfred junto con Iván Árias en el cuadrante del populismo de derechas.
Al frente, lo que tenemos es la siguiente conformación, un MAS que llegó cohesionado a la elección de octubre del año pasado y que después de esa victoria electoral decide abrir la competencia interna por la posición de los actores entre la dirigencia partidaria (el evismo) y las bases sociales que componen ese partido. Ojo que esta dinámica es de ida y vuelta. Esa competencia interna se vió reflejada en las posiciones que ocuparon las candidaturas del MAS en las elecciones subnacionales, en las que salieron al frente algunas disidencias locales en municipios que terminaron encontrando un canal de salida en otras siglas partidarias que se encuentran muy cerca del masismo y nunca cruzando la línea a la derecha.
Tenemos entonces los dos bloques de masismo y antimasismo claramente diferenciado y que están devolviéndonos lentamente a la polarización social y posiblemente política en los siguientes años. No es aún polarización política en el caso de las subnacionales porque no existen líderes regionales fuertes como lo eran aquellos que congregaban lo que se conocía en su momento como la media luna, ahí solamente el señor Camacho es la figura más descollante frente al resto de gobernaciones en las que están presentes perfectos desconocidos; este no es un dato menor porque da cuenta de la limitación práctica del antimasismo partidario para fungir como dique de contención al gobierno nacional o como oposición efectiva. Más parece que la oposición efectiva al actual gobierno volverá a instalarse en las calles como lo fue desde el 2016.
En esta suerte de recomposición del campo político masista y antimasista entramos ahora sí de lleno a la transición política que al parecer estará fuertemente determinada por la variable económica, porque tanto las gobernaciones como los municipios saben que sin ser fuertes políticamente como bloque, necesitan del gobierno nacional, y ahí la negociación por separado de estas regiones y municipios es lo más importante con el nivel central del Estado, aquello le permitirá a este último mantenerlos a raya para seguir determinando el curso de la política en lo venidero, sin dejar de echarle un vistazo a la calle porque lo más previsible es que hacia el 2025 algo emerja efectivamente desde ahí con una fuerza extrema; ya no desde el centro político, que posiblemente seguirá vacío.
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El vacío del centro político
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