Día Mundial del Teatro: reinvención en tiempos de pandemia


Los espacios escénicos tradicionales se han adaptado de manera obligatoria a la pandemia de la Covid-19. El mundo se ha convertido en un laboratorio que demuestra cada vez más la importancia del convivio en todos los ámbitos de la vida de cada persona. Se extrañan los diferentes espacios de esparcimiento, antes cotidianos, pero ahora adaptados a la nueva realidad social. Sin embargo, entre los aspectos más afectados en la pandemia y por su necesidad de contacto humano, resalta el teatro.

El teatro, desde sus inicios en la edad media y de la mano del avance de la sociedad, se ha mantenido en constante evolución. Empecinado, ha atravesado el mundo de extremo a extremo, sobreviviendo pestes, religiones, guerras y distintos escenarios catastróficos. En esta ocasión, se habla de una pandemia que ha azotado y cambiado el mundo y, por consiguiente, todos los aspectos de la vida humana.

En la actualidad, ya no se necesita pensar en crear infraestructuras específicas para disfrutar de éste como se hacía en la antigua Roma. A partir de la pandemia de Covid-19, muchas actividades humanas se han trasladado a plataformas virtuales y el rubro teatral no ha sido la excepción. Las herramientas virtuales como Zoom y Facebook Live han ayudado a crear un nuevo "teatro virtual" o "videoteatro", proponiendo un vínculo diferente con el espectador.

A pesar de esto, ha sido fácil observar que la experiencia no llegó a "convencer por completo" a muchos. ¿Será que esta puesta en escena virtual ha conseguido acercarse a la experiencia del teatro presencial?, ¿cómo ha jugado esta experiencia audiovisual en la actividad escénica? En el marco del Día Mundial del Teatro, que se celebra mañana, estas y otras preguntas surgieron al entrevistar a cuatro destacados dramaturgos y directores de teatro del país: Claudia Eid, Glenda Rodríguez, Daniel Larrazabal y Bernardo Franck.

"El teatro es encuentro. Para un actor es terrible actuar a la nada", afirma Larrazabal. Al hablar sobre este arte, se debe entender la importancia del lugar del espectador en una experiencia teatral. En una puesta en escena de videoteatro, la relación cambia de manera radical, pues ya no se habla de actor y público. Nace un nuevo integrante que se interpone entre ambos: la cámara, nueva guiadora de la política de la mirada que deberá seguir el espectador.

"El teatro es una retroalimentación de lo que el público está hablando", menciona Eid. Realizar las actividades cotidianas a través de una pantalla supone un nuevo reto. No todo es sencillo; y, en el caso del teatro, el cambio se siente de mayor manera, puesto que es un proceso directo de interacción humana. Su adaptación a la "nueva realidad" fue una adaptación de gran calibre a enfrentar, pues la recepción del público en vivo es un elemento muy trascendente en este arte.

Por su parte, Franck confiesa que "nadie estaba preparado para algo así". Para el director, "uno de los deleites del teatro, además de la propuesta, es ir a ver la calidad interpretativa". Es importante entender que el teatro en línea resulta también una novedad para el público. Es más difícil prestar atención a la calidad de actuación cuando se visualiza la obra a través de una pantalla, y la concentración es un elemento a perderse con mayor facilidad.

A raíz del confinamiento, es posible observar que la misma filosofía del teatro está cambiando, y adaptarse ha sido un proceso que aún no se ha terminado de concluir para los actores y directores. Los cambios no sólo se dan a la hora de presentar; sino también en la enseñanza, la práctica y la creación de las obras.

Rodríguez rescata un aspecto interesante a considerar de esta situación. Menciona que ha incrementado el público que acude a obras teatrales, ya que durante la pandemia muchas más personas se han dado el tiempo y la oportunidad de acudir a estos espacios escénicos en línea.

"Si una sala se llenaba a 40 en una obra independiente, ahora en Zoom se veían hasta 80", cuenta. Sin embargo, al hablar del teatro como un proceso de encuentro e interacción humana, pareciera que el emisor se queda sin la respuesta del receptor habitual: el espectador. "Tal vez puede haber más público, pero está la parte fea. No sabes a quién estás actuando, es un ensayo más", complementa Franck.

En una situación "normal", sin el contexto epidemiológico vivido actualmente, se precisaría garantizar el apoyo de calidad a los artistas por parte de las gobernaciones y mayor reconocimiento por parte de la población por su papel protagónico en el desarrollo cultural del país. Sin embargo, el mundo se encuentra en un momento de crisis en todos los ámbitos. En medio de tantas aflicciones, el arte ha pasado a un tercer plano. Es por este motivo que los dedicados al teatro requieren e instan a un movimiento que responda de manera precisa a las necesidades de los contextos culturales globales, pero sobre todo, que responda al contexto local del arte boliviano que está atravesando —al igual que todos los campos— una crisis muy dura y difícil de enfrentar.

Para esto, se necesita no sólo el apoyo del Gobierno, sino de todo un Estado y una sociedad comprometida por generar una nueva educación integral, una visión transformadora y protectora de la cultura y el arte boliviano después de esta crisis.

La situación es complicada. Sin embargo, se sabe que hay algo que no se va ni se pierde, algo que permanece románticamente en el alma. El amor al arte es un sentimiento que trasciende culturas y épocas, y permanece dentro de una persona a lo largo de toda su vida. Se espera que éste sea un hito más en la historia de la humanidad, cuyo inicio y fin se pueda clasificar. No obstante, este fenómeno de adaptación artística a las pantallas es algo que, finalizada la pandemia, habrá cambiado para siempre la forma en la que se entiende la relación público-espectador, e instará a valorar cada segundo que se puede aprovechar en el teatro.