Por diversas razones, el proceso electoral que sigue viviendo el Ecuador es atípico, es decir que no obedece a patrones de conducta conocidos o legitimados. Por una parte, es producto de una inédita medida de "muerte cruzada", tomada por el presidente Guillermo Lasso como último recurso frente a su buscada destitución por presunto delito de malversación en un contrato entre la empresa estatal de transporte Flopec y la empresa offshore Amazonas Tanker Pool. Lasso, con el argumento de una "grave crisis política y conmoción interna" y el aval de la Corte Constitucional, disuelve el legislativo y acorta su mandato. Producto de este hecho, los nuevos presidente, vicepresidente y 137 asambleístas, fungirán por tan solo 18 meses, hasta mayo 2025, que era el límite de la gestión gubernamental en curso.
Otro factor atípico, es el contexto de inseguridad con narcoviolencia criminal, social y política que está ocupando como una metástasis el ambiente nacional. En el fondo de esta situación está la dinámica vandálica de mafias narcotraficantes de corte internacional como los Albaneses o de cuño nacional y vinculaciones con carteles internacionales como los Choneros y Los Lobos, que en las últimas semanas dejaron sus reductos de la costa para mostrar su presencia en Quito, la capital y corazón del país. Con el abominable crimen del candidato Fernando Villavicencio, las disputas entre mafias por la demarcación de espacios de poder, extienden sus tentáculos a la vida política y presumiblemente a la institucional.
En el proceso electoral no se sabía ya distinguir cuándo las balaceras atentaban contra candidatos, o estos coincidían con confrontaciones de bandas delincuenciales. Por eso la contienda electoral se desarrolla en medio de una estricta vigilancia policial y militar, armada. Y este hecho es otro factor atípico, con los candidatos vistiendo chalecos antibalas y algunos además cascos.
En este ambiente ocurren las elecciones organizadas en tiempo récord. Ocho frentes pugnan por el poder. Dos de ellos partidos estructurados: Revolución Ciudadana que postula a Luisa González confiando ganar en primera vuelta y el Partido Social Cristiano, de extrema derecha, que presenta a Jan Topic por su perfil de rudo combatiente mercenario contra la delincuencia. Otros dos candidatos, Yaku Pérez (Claro que se puede), ex Pachakuti y Xavier Hervás, ex Izquierda Democrática ya habían participado en la anterior elección, obteniendo el tercero y cuarto lugar respectivamente, cuyo voto en segunda vuelta facilitó el triunfo de Lasso por sobre Andrés Aráuz del partido correísta. Los otros candidatos son nuevos, y aunque Daniel Noboa ya fue asambleísta y se lo vincula a su padre cinco veces candidato, son aspirantes presidenciales que no aparecen atados a estructuras políticas tradicionales, lo que tiene un balance particular en un contexto de descreimiento de la partidocracia.
El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio marca un punto de inflexión en el proceso electoral, poniendo al país en una situación sin precedentes. No se cuenta con referencias conocidas o validadas que pudieran orientar la dirección del voto. En este ambiente, en el que el voto se hace volátil, movedizo, sin indicadores referenciales conocidos, las encuestas derivan en proyecciones desacertadas y los Exit Poll, así como los resultados oficiales, se califican como sorpresivos. Veamos cómo se decanta el voto.
Una expresión de la volatilidad del voto es la pérdida de fuerza de Revolución Ciudadana y su candidata Luisa González, porque la estrategia de difamación por redes sociodigitales que le atribuyen responsabilidades en la muerte de Villavicencio, da resultados, con el argumento comparativo que se hace de viejas contradicciones entre el candidato victimado y el ex presidente Correa. No se olvide el reciente contundente triunfo de esta agrupación en las elecciones subnacionales, logrando la mayoría y los más grandes municipios y gobernaciones, con lo que fortalece su estructura política.
Otra dirección del voto movedizo se asienta en las características del debate presidencial, que lejos de ser una formalidad electoral, como acontecía en otras ocasiones, acaba convirtiéndose en una especie de brújula que guía el voto hacia una valoración positiva de la participación del candidato Daniel Noboa, que hasta ese momento aparecía sexto o séptimo en las encuestas y cuyo desempeño llevó a afirmar a los analistas que había sentado las bases para su participación exitosa en las próximas elecciones de 2025. Con su discurso ambientalista Noboa logra captar parte del electorado de Yaku Pérez, se apropia de buena parte del voto costeño que catalizaba el ex vicepresidente Otto Sonenholzner y, con sus 35 años, capta la preferencia de las juventudes.
Otra tendencia del voto opta por un sentido de solidaridad con el candidato victimado, Fernando Villavicencio, otorgándole el 18% de los votos que le reportan curules de asambleístas y el tercer lugar en las elecciones. Es una especie de voto heroico desmarcado de criterios políticos y anidado en razones sentimentales.
Una cuarta expresión de la dirección del voto, que resulta importante para su consideración en la segunda vuelta, porque toca la yugular de la preocupación ciudadana, es la contundencia en la lucha contra la violencia y que lo expresa con rudeza el candidato del Partido Social Cristiano, Jan Topic, cuarto en el resultado electoral.
Este es el ambiente que caracteriza el arribo a la segunda vuelta, con dos posibles tendencias orientadoras del voto. Una, que tiene su asidero referencial en la situación de polarización política con un clivaje correísmo - anticorreísmo, y que hace augurar a algunos analistas un nuevo triunfo anticorreísta.
En la anterior elección Lasso ganó en segunda vuelta no por su propuesta, sino por representar el anticorreísmo. Esta modalidad de triunfo está ahora en cuestionamiento porque el balance del voto anticorreísta no resultó ser la mejor opción en la experiencia de la actual gestión gubernamental. En un ambiente de diáspora política, la volatilidad podría dispersar el voto más allá del clivaje por polarización política, ya expresado en la composición de la Asamblea Nacional.
En la segunda vuelta, un factor decisivo va a ser el balance de la grave crisis multidimensional que afecta al Ecuador. La crisis económica, derivada de la aplicación del paquete fondomonetarista que sustentó las políticas del actual gobierno, muestra cifras como la pobreza afectado al 31% de la población, con la extrema pobreza en el 11,6%, la inflación alcanza el 1.7 en una economía dolarizada, el desempleo bordea el 25% y el hambre alcanza el 7.1%. Si a esta situación de inestabilidad se suman la inédita crisis de inseguridad con violencia criminosa, la crisis de institucionalidad y la incertidumbre ciudadana, no es desacertado afirmar que Ecuador está viviendo uno de los momentos más críticos de su vida republicana.
Un punto de vista compartido en el ambiente social y político del Ecuador, es que la única posibilidad para que el nuevo gobierno, cualquiera que fuere, provoque cambios necesarios y urgentes en una gestión de apenas 18 meses, es la necesidad de acuerdos generando consensos en torno a políticas nacionales y de Estado que enfrenten la raíz estructural que ha permitido la instalación del narcotráfico, que combata con radicalidad las prácticas de violencia criminosa, que castigue la corrupción y transforme las bases de la inestabilidad económica.
Un mensaje claro que dejan estas elecciones, son las dos consultas populares sobre la explotación petrolera en los campos del Yasuní ITT y la explotación minera en el Chocó Andino. Las respuestas a ambas fueron contundentes, optando por la preservación de los recursos naturales, la defensa de la biodiversidad y el rechazo de las políticas depredadoras. Pero el mensaje más contundente lo deja el 82% de la participación ciudadana, superando el miedo en un ambiente de violencia, para generar un ejemplar efecto demostrativo de resistencia a la violencia y de compromiso por un país de paz en democracia.
La segunda vuelta del atípico proceso electoral ecuatoriano va a dar paso a otra situación inédita en su vida política: Daniel Noboa podría convertirse en el presidente más joven de su historia, o Luisa González podría coronarse como la primera presidenta mujer. Son aspectos que sin duda van a pesar en las campañas. Tiene que primar el mensaje de esperanza expresado con la masiva participación ciudadana, para que siga ganando la democracia y que el Ecuador vuelva a ser el corazón donde late la paz americana.
(E)lecciones atípicas en el Ecuador
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