Boric........

El viraje hacia el centro es evidente con pasos hacia la derecha, como dice el profesor español Monedero, "si la izquierda hace política de la derecha, está condenada a desaparecer".

En la Cumbre sudamericana convocada por el presidente Lula da Silva, la declaración del presidente socialista chileno Gabriel Boric sobre Venezuela, la revolución bolivariana y el presidente Nicolás Maduro me obliga hacer una reflexión sobre el valor de ser militante de la izquierda.

Me sentí parte del triunfo de la convocatoria a la Asamblea Constituyente, de la elección de constituyentes para cambiar la Constitución pinochetista, del triunfo democrático del pueblo rebelde y movilizado contra el heredero y adulador de la dictadura, y el juramento de Boric como presidente; también me sentí afectado por la derrota en el referéndum para aprobar la nueva Constitución, defraudado por el rol de Boric en el proceso constituyente y por las declaraciones públicas y reiteradas contra la revolución bolivariana.

Ser de la izquierda revolucionaria, en sus diferentes corrientes ideológicas, implica una opción política de vida, pero cuando se asume como la forma de diferenciarse discursivamente de la derecha, es el simbolismo de la imagen de izquierda que se pretende mostrar.

La izquierda ideológicamente politizada es revolucionaria, la izquierda académicamente politizada es institucionalista del sistema, es decir, es el reformador del sistema y no el que transforma las estructuras de explotación y dominación.

Hago hincapié en estos temas que aparentemente son intrascendentes y teóricos, pero son determinantes para comprender la dinámica política de la izquierda en la política.

La historia de nuestra región en el siglo pasado está marcada por procesos libertarios y el ascenso de gobiernos de izquierda y progresistas; estaban construyendo en la lucha subversiva y democrática —como decía el Che— la segunda y definitiva independencia. La respuesta del imperialismo fue uniforme: impulsar, financiar golpes de Estado y la instalación, por vía de la violencia militar y paramilitar, de gobiernos dictatoriales con características fascistas.

El gobierno del socialista Salvador Allende es una de las experiencias más emblemáticas, llegó a la presidencia por decisión democrática del pueblo, fue derrocado por uno de los golpes más sangrientos en la región liderado por el comandante en Jefe del Ejército, general Augusto Pinochet, y el secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger; este y otros golpes en Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú tenían la misma finalidad política, motivación ideológica y estrategia geopolítica.

Los golpes de Estado en el largo tiempo implicaron un realineamiento de la región en condiciones de subordinación al imperio, los gobiernos militares como forma de gobierno fueron sustituidos por las democracias como forma de gobierno con sistemas políticos hegemonizados por partidos de centro y de derecha.

En esos escenarios con vientos tormentosos neoliberales surgieron liderazgos de izquierda antiimperialista, progresistas, que llegaron al gobierno por decisión soberana de sus pueblos.

Chávez, el militar de izquierda antiimperialista que emergió a la política con un intento de golpe fallido, estuvo preso, fue liberado, llegó al gobierno democráticamente, transformó el Estado vía Asamblea Constituyente, derrotó con la movilización popular a un golpe de Estado liderado por empresarios y fracciones de militares, se sometió y venció un referéndum revocatorio; impulsó junto a los Castro, Lula, los Kirchner, Evo, Correa, uno de los pasos continentales más importantes de integración de nuestra historia sin subordinación al imperio. A la muerte de Chávez, el relevo fue democrático y en la urnas, pero desde el primer día del mandato constitucional de Maduro impulsaron y financiaron su derrocamiento, inventando una caricatura de presidente con Guaidó; confiscaron miles de millones de dólares e impusieron arbitraria y unilateralmente más de 900 sanciones económicas, incluso durante la pandemia. Son crímenes de lesa humanidad contra el pueblo venezolano con el objetivo de derrocar la revolución bolivariana.

Cuando se hace una lectura a partir de la academia discursiva de izquierda, y no desde lo ideológico, se ingresa a lo que quiere el Pentágono, convalidar el mismo discurso imperial pero aparentemente desde la izquierda. En el presidente socialista chileno encontramos abandono del horizonte revolucionario, que es sustituido por la gestión pública con imagen progresista como el nuevo rostro de la izquierda.

El gobierno secuestró el origen de su triunfo, sustituye con su propia narrativa el presente histórico para imponer su racionalidad academicista, donde lo ideológico como concepción de la realidad y el poder, de sus contradicciones y el rol de los actores en disputa es sustituido por la formalidad y el simbolismo como ética política que no afecta a las estructuras de poder, pero es eficiente para atacar a la izquierda revolucionaria.

El viraje hacia el centro es evidente con pasos hacia la derecha, como dice el profesor español Monedero, "si la izquierda hace política de la derecha, está condenada a desaparecer".

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.