El líder supremo chino ha comenzado su tercer mandato sin precedentes con una reorganización en la élite política del PCCh tras un congreso que ha validado su movimiento de fichas.
China La doctrina de Xi Jinping se afianza en el Partido Comunista Chino
"Todo tiene que cambiar para que nada cambie". La fórmula, expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa en el clásico italiano 'El Gatopardo', se puede llevar estos días a China: reorganización del partido gobernante, nuevos rostros en la cúpula política, nuevas directrices a seguir, pero mismo líder supremo. Los cromos cambian, pero no el que luego los pega en el álbum.
Desde la turbulenta era de Mao Zedong, nadie había concentrado tanto poder en sus manos como Xi Jinping. Está al frente de la maquinaria política más poderosa del mundo: el Partido Comunista Chino (PCCh), que roza los 97 millones de miembros, más que la población de Alemania. Preside el país más poblado del mundo y segunda economía mundial. También lidera la comisión que supervisa y comanda un moderno ejército con más de un millón de soldados y 200.000 millones de euros de presupuesto.
Su ideología se estudia en universidades y colegios. Ha construido un culto extremo a su personalidad. Lleva más de una década sin dar una entrevista. Ni siquiera ha participado en una rueda de prensa ni tiene gabinete de comunicación. Sus discursos, que se suelen guardar en la nevera hasta que venga bien soltarlos, caen como palabra divina en libros y panfletos propagandísticos.
El líder supremo chino, ya reafirmado en su posición de secretario general del partido, ha comenzado su tercer mandato sin precedentes con una reorganización en la élite política del PCCh tras un congreso que ha validado todo su movimiento de fichas. Xi se ha quitado del medio a veteranos pesos pesados como el primer ministro Li Keqiang y al jefe del principal organismo asesor político, Wang Yang, cuarto en la jerarquía del partido. Ambos políticos, a veces con dogmas más cercanos al capitalismo occidental que al socialismo con características chinas que promulga el presidente, compartían un pragmatismo que hacía de contrapeso de la facción más xiísta del partido.
El fin de semana comenzó con el cierre del vigésimo congreso del partido, que puso rostro a los más de 200 miembros del Comité Central, el órgano de dirección, el tercero en la jerarquía del PCCh, del que este domingo han salido los 24 halcones del poderoso Politburó -uno menos que en el anterior mandato-, el grupo que formula las políticas, y del que emana la cúpula del poder, formada por los mandamases del Comité Permanente. De este último club se cayeron por jubilación forzada Li y Wang, pero también la tercera figura política de China, Li Zhanshu, presidente de la Asamblea Popular Nacional, y el viceprimer ministro Han Zheng.
ASIENTOS VACANTES
Con el poder de Xi ya reforzado, se quedaban asientos vacantes en el órgano que realmente toma las decisiones en China. Había que llenar los huecos con dirigentes más jóvenes y más cercanos a Xi. La única incógnita de la jornada era conocer la alineación de los principales líderes para los próximos cinco años. Eso se reveló delante de las cámaras en el llamado salón dorado del Gran Palacio del Pueblo, el Parlamento chino, cuando desfilaron los conocidos como "siete magníficos" del Comité Permanente: todos hombres, todos mayores de 60 años, todos a la sombra de Xi Jinping.
El nombramiento más destacado fue el Li Qiang (63 años), hasta ahora jefe del partido en Shanghai, que entró en la sala como el número dos de Xi, lo que a priori significa que en las próximas sesiones legislativa del año que viene será oficialmente confirmado como nuevo primer ministro. A Li no le ha pesado el desastre económico que dejó en la capital financiera tras confinar durante dos meses la ciudad por un brote de Covid. Sale del tradicional trampolín que es Shanghai hacia la estructura de poder, al igual que le ocurrió al propio Xi hace una década.
De la jefatura del partido en la capital, Pekín, sale Cai Qi (66 años) para ocupar otro hueco en este comité como responsable de la agenda diaria de los asuntos clave del partido. Otro jefe provincial, Li Xi (66 años), también da el salto desde la sureña Guangdong. Las nuevas caras se completan con el más joven del grupo Ding Xuexiang (60 años), que era miembro del Politburó.
En la lista del Comité Permanente se mantiene el quinto hombre más poderoso de China, Wang Huning (67 años), director de la Central de Investigación Política. Es el académico considerado ideólogo del "nuevo pensamiento", quien ha plasmado en los libros las ideas sobre el socialismo con características chinas que ha promulgado el presidente. Ya fue un hombre fuerte en los gobiernos de Jiang Zemin y Hu Jintao. Y es de los incondicionales que no faltan a las giras internacionales de Xi Jinping.
También continúa Zhao Leji (65 años), que hasta ahora era secretario de la Comisión Central de Inspección Disciplinaria, el poderoso organismo encargado de las campañas anticorrupción del país. Ese puesto ahora cae en manos de Li Xi, mientras que Zhao, ascendido a tercer hombre fuerte en la jerarquía, presidirá la Asamblea Popular Nacional.
Hace 10 años, los observadores internacionales auguraban que Xi Jinping sería líder fuerte que seguiría la senda reformista y de apertura que inició Deng Xiaoping. Así ha sido, pero en muchos aspectos a la inversa de lo que se esperaba.
"Deng Xiaoping, para evitar que nadie en China aglutinara tanto poder como Mao, restauró el liderazgo colectivo e impuso límites de edad y mandato para la mayoría de los puestos de alto nivel del PCCh. ¿Por qué Xi ha roto con esa regla? Esos contrapesos a la autoridad del líder principal fueron esencialmente informales y la mayoría no quedaron recogidos en los estatutos del partido. Dicho esto, a pesar de que subvertir esas normas puede generar inestabilidad en una eventual sucesión al frente del partido, Xi ha optado por impulsar un modelo más autocrático que le permitiera imponer su agenda política de forma más eficaz y prolongar por encima de los dos mandatos su control directo sobre el partido", explica Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico en el Instituto Elcano.
Xi también ha roto con otra norma no oficial de Deng de que los líderes se tenían que jubilar a los 68 años. Con 69, Xi seguirá al frente del gigante asiático otros cinco o diez años. O incluso más. "La purga de rivales, la constante elevación del propio Xi en el panteón ideológico de China, los esfuerzos propagandísticos para cultivar un culto a la personalidad a su alrededor, la negativa a designar un sucesor político en el congreso de 2017 y ahora su constante marchar hacia un gobierno extendido, y quizás de por vida: todo esto refleja un sistema de partido único que se desliza en la dirección de un régimen personalista centrado en un solo individuo", opina Carl Minzner, autor de varios libros sobre China e investigador en el think tank Consejo de Relaciones Exteriores.
"En el corto plazo, esto cargará cada vez más a Pekín con todas las debilidades de gobierno asociadas con el liderazgo de un solo hombre. A largo plazo, hará que la política interna de China sea más inestable y aumentará el riesgo de que Pekín se desvíe drásticamente en función de los caprichos del máximo líder y sus asociados cercanos", continúa Minzner.
"Desde su ascenso al poder en 2012, Xi ha seguido un conjunto constante de políticas internas: reforzar el control del Partido sobre el Estado y la sociedad por igual, fortalecer el control de Pekín sobre las élites económicas, asimilar por la fuerza a las poblaciones minoritarias, acabar con la disidencia y endurecer el sistema contra las ideologías. Todo esto tiene un único hilo consistente: fortalecer el poder del partido, que Xi considera que ha sido socavado en el transcurso de la era de reforma posterior a 1978, y evitar el destino de la Unión Soviética bajo el ex secretario general Mikhail Gorbachov", sentencia el experto.
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Un destino que, leyendo entre líneas los últimos discursos del líder, era al que iba desbocado China si Xi no llega a tomar las riendas. El presidente fue muy crítico durante el congreso con la década de su predecesor, Hu Jintao, quien el sábado fue sacado a la fuerza del auditorio del Gran Palacio del Pueblo. Se especuló con la escenificación de una purga en pleno directo. Aunque la agencia de noticias Xinhua aseguró a última hora que el ex presidente "no se encontraba bien". Es conocido que el veterano político de 79 años lleva años arrastrando problemas de salud. Pero en la política china cada imagen que ve el público siempre está bien calculada y no se deja nada a la casualidad.
Enfermo o castigado, el desalojo forzoso de Hu Jintao representó una humillación histórica al ex presidente que dejó un legado de corrupción y descentralización. Xi hizo limpieza a fondo cuando fue nombrado secretario general del partido. Se llevó por delante a muchos altos funcionarios que habían sido nombrados por Hu. Fueron pasando los años, y los que no caían por corrupción, los iban jubilando. En la élite política quedaban algunos de la cuerda de Hu hasta el arranque del congreso del partido. Ahora, Xi se ha rodeado en el poder de sus más afines camaradas.
Xi Jinping se rodea de camaradas afines tras ser confirmado como secretario general del Partido Comunista
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