Luego de sufrir la persecución y la cárcel, impuesta por decisión política de la burguesía brasileña y de las oligarquías internas y ejecutada por el fiscal Sergio Moro, y después de haber denunciado el fracaso del gobierno de Jair Bolsonaro, que generó mayor desempleo, pobreza, marginalidad y una crisis social y económico-financiera de gran magnitud, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, se levanta con una fuerza incontenible para ganar las elecciones presidenciales a realizarse el próximo 2 de octubre y proyectarse para gobernar la principal potencia latinoamericana.
Desde principios de siglo, fueron ocho años de gobierno de Lula da Silva y cinco de Dilma Rousseff que transformaron la estructura política, económica y social de Brasil a través de un proyecto que logró sacar de la miseria, discriminación y marginalidad a más de 40 millones de brasileños, superando las grandes desigualdades sociales y regionales arrastradas desde las épocas colonial y oligárquica, dirigidas por los intereses de los "coroneles" terratenientes, los esclavistas de negros e indios y las burguesías internas adheridas al capitalismo imperialista.
El encarcelamiento de Lula durante un año y siete meses, con un juicio inventado por los poderes fácticos, fue precedido por el golpe de Estado a Dilma en 2016 y la arremetida de la estrategia de los Estados Unidos y los aparatos políticos, mediáticos, judiciales y de violencia en contra de los países en América Latina y el Caribe que asumieron una posición nacionalista, liberadora, antiimperialista y de integración emancipadora.
Golpes de Estado en Honduras en 2009, Paraguay en 2012, Brasil en 2016 y luego en Bolivia en 2019, bloqueos, amenazas, cercos y presiones militares sobre Venezuela, Nicaragua y Cuba, y conspiraciones neoliberales y conservadoras en Ecuador, El Salvador, Perú, Ecuador, Argentina y otros países del Caribe, fueron las señales más claras de la nueva ola de intervención del imperialismo norteamericano en nuestra Región ante el ascenso geopolítico, económico y comercial de China, India y Rusia a nivel mundial.
Era prioritario para Washington desmantelar los proyectos de unidad e integración bolivariana y sanmartiniana que avanzaban sostenidamente desde principios del siglo XXI con la formación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y posesionaban a América Latina y el Caribe en un sitial de jugador importante en las relaciones internacionales multilaterales y multipolares.
Esto se convertía en una afrenta para el poder imperial y oligárquico que ahora mismo no deja de conspirar y amenazar el resurgimiento de los liderazgos nacional-populares e impulsa directa o indirectamente atentados contra la vida de los líderes regionales, como el caso reciente de Cristina Fernández, y no se descartan actos similares contra Lula da Silva, Gustavo Petro, Evo Morales, Xiomara Castro o Nicolás Maduro.
El previsible triunfo electoral y la presidencia de Lula da Silva en Brasil tienen una importancia vital para América Latina y el Caribe, porque se abren horizontes de estrechar vínculos y avanzar con mayor energía y experiencia junto a los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador en México, Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, Luis Arce en Bolivia, Alberto Fernández en Argentina, Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y Miguel Díaz-Canel en Cuba para impulsar y consolidar la integración de la Patria Grande mediante la Celac.
Triunfo de Lula, triunfo latinoamericano
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